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(IVÁN): VIVAN TODOS USTEDES LLENOS DE JESUCRISTO CADA DÍA (israel.shabbatshalom,shamash.shabbatshalom)
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valarezo
2008-12-06 14:18:49 UTC
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Sábado, 06 de diciembre, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador – Iberoamérica

(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


VIVAN TODOS USTEDES LLENOS DE JESUCRISTO CADA DÍA:

La noche está muy avanzada para las familias de las naciones en todos
los lugares de la tierra, y el día eterno de nuestro Padre celestial
está muy cerca para empezar su nuevo reino celestial. Llenemos
nuestras vidas de Jesucristo cada día, invocando su nombre salvador,
para felicidad perpetua del cielo y la tierra. Retirémonos, pues, de
las obras de las tinieblas del mundo en que vivimos por los poderes
sobrenaturales «en la invocación» del nombre eterno de nuestro Señor
Jesucristo y, a la vez, vistámonos con las armas de la luz del
Espíritu Santo de verdad y de justicia celestial, ¡el Consolador!,
para triunfar por siempre en todo.

Andemos sencillamente con el Espíritu de la sangre resucitada en el
tercer día de nuestro Señor Jesucristo, como de día y alertados/
despiertos, para no tropezar más con las tinieblas de Satanás y de sus
ángeles caídos, porque Jesucristo nos protege; nuestro Jesucristo
vive, él está en el cielo, orando por nosotros como nuestro “sumo
sacerdote protector” delante de nuestro Padre celestial. Por amor a
nuestro Creador, el Todopoderoso, no nos demos a glotonerías ni a
borracheras; ni menos andemos en pecados carnales y libertinajes
desordenados, ni en riñas ni en envidias o codicias de las cosas de
este mundo ciego para nuestro Salvador Jesucristo, el cual no puede
recibir el Espíritu de verdad, ¡el Consolador de nuestro Padre
celestial!

De éste mundo pecador de tinieblas eternales, en que hemos nacido
todos en el espíritu de error de Adán y Eva y, al mismo tiempo, el
cual ha rechazado por error el Espíritu de verdad de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo, ¡nuestro Consolador celestial!
Renunciemos, pues, cuando antes mejor a las tinieblas de este mundo
ciego, para vivir en el mundo lleno de la luz del Árbol de la vida,
nuestro Señor Jesucristo, para que podamos alcanzar con nuestras
propias manos sus muchos frutos, para calmar nuestra hambre y nuestra
sed de Dios en nuestros corazones, en cada día de nuestras vidas por
la tierra.

Vivamos, pues, felices y alegres en el mundo de luz de nuestro Padre
celestial y de su Hijo Jesucristo, el Salvador de Israel y de las
naciones, el Hijo de David, para que jamás el poder de Dios nos falte
en nuestros corazones y en nuestras almas vivientes, para disfrutar
así de un cuerpo y una vida totalmente libres de Satanás. Porque un
corazón sin Satanás es, en verdad, un corazón totalmente feliz delante
de Dios, porque nuestro Señor Jesucristo está sentado en su lugar
eterno, lleno del Espíritu de verdad, el Consolador, para alegrar
nuestras vidas cada día y para siempre; de principio a fin, vivir sin
Satanás es gozar de la felicidad eterna, en la tierra y en el
paraíso.

Desde el inicio de toda vida humana, Satanás es la amargura de nuestro
corazón, pero Jesucristo es la dulzura sin fin de cada una de nuestras
cosas, sean grandes o pequeñas, en nuestros corazones, en nuestras
almas, en nuestros cuerpos y espíritus humanos, hoy en día y para
siempre, en la nueva eternidad venidera. Con Satanás estamos
infinitamente perdidos en la tierra y en el más allá también, ya sea
en el paraíso o en el mismo infierno, pero con el Señor Jesucristo
estamos no sólo de regreso a la vida santa del paraíso, sino que
también vivimos vivos, desde ya, en el corazón santísimo de nuestro
Padre celestial.

En nuestros días, no hay poder de nuestro Padre celestial para
defendernos de las artimañas escondidas de Satanás y de sus malvados
seguidores, porque Jesucristo no está en nosotros, ni menos su
Consolador; por eso, sin nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas
somos entonces presa enteramente fácil para Satanás y para sus ángeles
caídos, en todos los tiempos de la tierra. Y esto ha sido siempre
verdad desde los primeros días de nuestras vidas celestiales en el
paraíso, por ejemplo, delante de nuestro Padre celestial y de su Árbol
de la vida, nuestro Señor Jesucristo, para ceguera espiritual de
nuestros corazones y destrucción eterna de nuestros cuerpos en la
tierra y así también de nuestras almas perdidas infinitamente en el
infierno.

Sin Jesucristo en nuestras vidas, entonces Satanás y sus seguidores
pueden hacer todo lo que les den las ganas con cada uno de nosotros,
en la tierra y, aparentemente, en el más allá también; por eso, Adán y
Eva cayeron en el pecado mentiroso de la serpiente antigua, para
perderse para siempre en sus tinieblas crueles e infernales. A la
inversa, hagamos lo correcto siempre, como hoy, vistiéndonos del Señor
Jesucristo, como Dios manda, y no hagamos provisión para satisfacer
los malos deseos de la carne, como de las cosas que agradan cada noche
y cada día al espíritu de error de Satanás y del mundo en que vivimos,
para mal de nuestras vidas y de los nuestros también.

Visto que, en éste mundo en que hemos nacido, verdaderamente, han
pecado muchos en contra de nuestro Padre celestial y de su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, el Árbol de la vida, por culpa del hombre
pecador y de la mujer pecadora, como Adán y Eva, por ejemplo, que sin
saber lo que hacían rechazaron al dador de la vida, tristemente. Como
resultado de esto, muchas cosas terribles han sucedido a través de los
tiempos de la vida de la tierra, para mal y desdichas de muchos,
desafortunadamente, pero muchas cosas muy buenas para la humanidad
entera también comenzaran en sus días en el mundo entero, simplemente
por amor a todos aquellos que aman a nuestro Padre celestial y a su
Jesucristo.

Por ejemplo, cuando nuestro Padre celestial estaba listo para destruir
las ciudades de Sodoma y Gomorra, porque sus pecados habían ascendido
hasta su presencia santa en el cielo, de no amar y besar a su
Jesucristo con sus vidas de cada día, entonces le dijo el SEÑOR a
Abraham, no destruiré a estas ciudades, sin ellas hubiese diez (10)
justos. Pero como no encontró nuestro Padre celestial a esos justos,
que creyesen en Él, en el Espíritu y la verdad salvadora de nuestro
Señor Jesucristo, salvo Lot y su familia, pues entonces inmediatamente
hizo que fuego descendiese del cielo y las destruyese por completo por
su culpa, por su maldad de no haberle honrado a Él, en el amor de su
Jesucristo.

Y lo mismo ha venido sucediendo a través de los tiempos de la vida de
toda la tierra y con sus naciones, porque sus gentes, hombres,
mujeres, niño y niñas, por una razón u otra, no han honrado, ni menos
han recibido en sus vidas al dador de la vida, el Árbol de Dios del
Maná/Pan del cielo, ¡nuestro Señor Jesucristo! Presentemente, nuestro
Padre celestial tiene a Jesucristo para cambiar a nuestro mundo de
tinieblas a la luz más brillante que el sol y de La Nueva Jerusalén
Celestial, para que nuestros ojos y nuestros corazones ya no sean
ciegos, sino que vean todo lo que es verdad, en vez de ver todo lo que
es mentira en nuestros alrededores, como siempre.

Dejándonos engañar así, como los antiguos pecadores, de los cuales
jamás creyeron en sus corazones a nuestro Padre celestial por medio de
su fruto de vida, el cual es el espíritu de verdad y de justicia,
cumplidor absoluto del Espíritu de Los Diez Mandamientos de la nueva
vida del cielo, por ejemplo, para ángeles y para la humanidad entera
también. Por eso todos ellos murieron muertes terribles y
profundamente maldecidas por sus propias acciones malvadas en contra
de nuestro Padre celestial y de su Ley viva, nuestro Señor Jesucristo;
es decir, también que todos los que se han perdido en las tinieblas de
Satanás en las generaciones pasadas, ha sido porque no conocieron
jamás a Jesucristo en sus corazones.

Porque esa es la mayor maldición que un hombre, una familia, un
pueblo, una tribu, una nación o un reino de la tierra puede sufrir,
hoy en día como en la antigüedad, para maldición y muerte terrible en
la tierra y en el infierno también, puesto que no tiene o no goza de
la vida bendecida de Jesucristo, en su vida cotidiana. Todos los que
han muerto en las tinieblas, en realidad, han muerto en el espíritu de
error de las primeras mentiras de Satanás, para maldición y perdición
eterna de sus almas en el infierno; pero los que mueren con el Señor
Jesucristo, en verdad, no mueren de ninguna manera, sino que se
levantan al paraíso para continuar viviendo perpetuamente.

Nuestra luz gloriosa es el Señor Jesucristo, para nosotros continuar
viviendo para siempre en la tierra y en el paraíso también; en sentido
contrario, con Satanás somos ciegos, camino a la muerte eterna del
infierno para jamás volver a ver la vida eterna en el más allá,
eternamente y para siempre, sino las maldiciones interminables del
ángel de la muerte. Con Satanás somos ciegos, pero con Jesucristo
somos videntes en la tierra y así también en la nueva vida eterna del
paraíso, eternamente y para siempre, para gozar por siempre de cada
una de las cosas buenas de nuestro Padre celestial y de su Hijo
Jesucristo.

Porque la verdad es que cada uno de nosotros no ve las cosas
verdaderas del mundo en que hemos nacido y vivimos hoy en día, como
deberíamos de verlas y vivirlas cada día y cada noche, por supuesto,
porque “su luz es tinieblas”, la cual sólo ve el mal de Satanás y de
sus ángeles caídos, como maldiciones y muertes increíbles. Pero cuando
el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo nace en las tinieblas de
nuestros corazones, entonces ya no estamos en tinieblas, como en las
tinieblas del vientre de nuestras madres, por ejemplo, sino que
estamos vivos y firmes en la luz de Dios, porque «la luz de nuestros
corazones ya no es tinieblas sino luz en nuestro Salvador
Jesucristo».

Y es precisamente con ésta luz celestial con la cual no solamente
fuimos creados en las manos de nuestro Hacedor en el día de nuestra
creación, sino que también ha sido con ésta misma luz con la cual nos
dio vida en abundancia, llena de bendiciones interminables en el
paraíso y en la tierra también, aunque no lo creas así aún. Pero es
Satanás, sin duda, quien ciega tu corazón y tus ojos con sus tinieblas
de siempre, por el espíritu de error de Adán y Eva, el cual vive en ti
por defecto espiritual, para que seas siempre ciego y jamás veas lo
que deberías de ver cada día y cada noche de tu vida, por toda la
tierra.

Además, estas tinieblas de Satanás están en ti, desde el día que Adán
y Eva pecaron en contra del fruto del Árbol de la vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo y, por tanto, jamás se irán de ti, es decir, si
nuestro Padre celestial y su Hijo amado con la ayuda idónea de su
Espíritu Santo no te ayudasen jamás, por ejemplo. Pero nuestro Padre
celestial es bueno y su amor es para siempre para contigo y para con
cada uno de todos los tuyos, en tu hogar y en todos los lugares de la
tierra también, en donde sea que se encuentren todos ellos, hoy en
día, en sus millares.

En otros términos, nuestro Padre celestial y su Hijo Jesucristo están
contigo en cada momento de tu vida y en cada momento de la vida de los
tuyos también, para bendecirlos grandemente con sus muchas bondades y
su amor eterno, para que jamás Satanás destruya tu vida ni la de ellos
tampoco, ni hoy ni nunca. Porque nuestro Padre celestial es
Todopoderoso y, a la vez, es bondadoso también para con los que creen
en sus corazones y así confiesan delante de su presencia santa “su
verdad y justicia más alta” en la tierra y en los cielos, su Hijo
amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Por eso, hoy en día, más que nunca podemos perfectamente despojarnos
de cada una de las artimañas de Satanás y de sus ángeles caídos, para
que el espíritu de error de Adán y Eva no se aumente en nuestras
vidas, ni en la vida de los nuestros tampoco, en todos los lugares de
la tierra. Porque nuestro Señor Jesucristo “es la verdadera oración,
ruego, suplica, invocación e intercesión eternal” delante de nuestro
Padre celestial, para que los dones sobrenaturales de su Espíritu
Santo, el Espíritu de verdad, comiencen a obrar grandemente cada día y
cada noche de nuestras vidas en la tierra y así también en el paraíso,
para siempre y sin cesar nunca.

Y sólo así nuestro Padre celestial podrá ayudarnos al instante, para
que los males de Satanás se vayan de nosotros, como problemas,
dificultades, enfermedades y muchas tinieblas escondidas del más allá
en nuestras vidas de cada día, y hasta nuestros enemigos eternos
también desaparecerían por los poderes sobrenaturales de la oración a
nuestro Padre celestial, en la invocación del Señor Jesucristo. Pues
sólo por los poderes sobrenaturales de nuestras oraciones, suplicas,
ruegos, invocaciones e intercesiones delante de nuestro Padre
celestial en el Espíritu del nombre bendito de nuestro Señor
Jesucristo, el Árbol Eterno de nuestras almas vivientes, seremos
verdaderamente libres y sin Satanás en nuestras vidas, para poder
verdaderamente disfrutar de las cosas gloriosas/reales del cielo,
desde hoy mismo y para siempre.

Así pues, andemos decentes cada día y cada noche, como llenos del
Espíritu de verdad, el Consolador, en nuestras vidas, para que todo
sea luz brillante en cada paso que demos hacia delante de nuestro
Padre celestial y de su Hijo Jesucristo en todos los lugares de la
tierra, como viviendo ya en el paraíso, por ejemplo. Porque la verdad
es que nuestro Señor Jesucristo descendió del cielo, para no solamente
darnos el perdón de nuestros pecados, pecados que habíamos cometido en
contra de Él y del Espíritu Santo de Sus Diez Mandamientos, sino que
también nos vino a dar, además, de vida y salud, poder para ser hechos
hijos e hijas del cielo.

Visto que, somos, por inicio, hijos de Dios, porque salimos de Él y de
su Espíritu Santo, en el día de nuestra creación en su imagen y
conforme a su semejanza celestial en el reino de los cielos, por lo
tanto, nuestro Padre celestial nos quiere ver de vuelta de nuevo en el
cielo, pero llenos de nuestras nuevas vidas celestiales. Es decir, que
nuestro Padre celestial envió a su Hijo amado a Israel para volver a
retomar nuestras vidas normales del cielo, pero no por el espíritu de
error de Adán y Eva, sino por su mismo Espíritu Santo, el Espíritu de
verdad y de justicia infinita de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa
del cielo, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y si el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo habita en nuestros
corazones, tal como nuestro Padre celestial y su Espíritu Santo lo
desearon que fuese así con cada uno de nosotros en el cielo, como con
Adán y Eva, por ejemplo, entonces ya no andaremos más en glotonerías y
en borracheras, ni en pecados sexuales y rivalidades, sino todo lo
contrario. A decir verdad, caminaríamos en toda la tierra, como los
ángeles caminan delante de nuestro Padre celestial y de su Espíritu
Santo en el reino angelical, y esto es siempre alabando y honrado su
nombre muy santo en nuestros corazones, para que sólo recibamos a cada
hora del día todos nosotros bendiciones tras bendiciones de Él y de su
Hijo Jesucristo.

Porque los que caminan en el espíritu de error de Adán y Eva en todos
los lugares de la tierra, en verdad, están caminando en tinieblas, y
las tinieblas sólo traen a cada momento del día y de la noche
maldiciones y males terribles sin fin, como problemas, dificultades
incomprensibles y enfermedades terribles y eternales del más allá. Y
es el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa, la cual nuestro
Señor Jesucristo la vivió en Israel y entre sus hermanos de sangre
escogida, la que físicamente nos limpia y, simultáneamente, nos libra
eternamente de todos estos males del más allá, para vivir una vida
abundante y saludable para el servicio infinito a nuestro Padre
celestial.

A fe, es saludable vivir para nuestro Señor Jesucristo, agrandando así
cada día y cada noche de nuestras vidas por la tierra y así también en
el paraíso el corazón santísimo de nuestro Padre celestial, el cual
está lleno de verdad y de justicia, para que el mal del enemigo de
nuestras vidas ya no reine más en nosotros. Entonces cada uno de todos
ustedes vístanse del Espíritu Santo de nuestro Señor Jesucristo, el
cual no sólo nació libre de Satanás en nuestro mundo, sino que también
predico, enseñó y vivió el Espíritu de Los Diez Mandamientos en cada
momento de su vida por Israel, sin jamás faltar a ninguna de sus
palabras, letras, tildes y significados eternos. Ésta es la gloria por
la cual nuestro Padre celestial busco en Adán en el paraíso
inicialmente y por toda la tierra también, como en tu vida y la de los
tuyos, y “sólo la encontró en el Hijo de David para la eternidad”, ¡el
Gran Rey Mesías de todos los tiempos para Israel y las naciones!

Además, este Espíritu cumplidor de la Ley de Dios y de Moisés es el
que realmente nos salva y nos limpia de todo poder del pecado y del
ángel de la muerte en la tierra y en el infierno también, para
siempre, y todo gracias a la vida gloriosa del Gran Rey Mesías de
todos los tiempos, ¡el Hijo de David! Hoy en día, como en el paraíso:
Ese es el Espíritu que nuestro Padre celestial desea ver cada día y
cada noche de tu vida por toda la tierra, y lo puedes muy bien
conseguir actualmente si tan sólo crees en tu corazón y así confiesas
con tus labios su nombre santísimo de su Hijo amado, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Eso es todo lo que tienes que hacer hoy, para ser revestido del
Espíritu del Hijo amado de Dios, para que el espíritu de error de Adán
y Eva regrese a su lugar eterno en la vida de Satanás y así ya no
fastidie más tu vida, como lo ha venido haciendo así desde el día que
naciste y hasta hoy. Y cuando el espíritu de error ya no encuentre
cabida en tu corazón, como de costumbre, entonces serás verdaderamente
libre de todos los males y ataduras de Satanás, males y maldiciones se
alejaran de tu vida, porque ahora el Espíritu de verdad, el Espíritu
de Los Diez Mandamientos, cumplido y sumamente honrado por la vida de
Jesucristo vivirá en ti perpetuamente.

En verdad, una vez que el Espíritu de Dios entra en tu vida ya no
volverá a salir de ti por ninguna razón ni por ningún pecado, porque
la misma sangre santísima de nuestro Señor Jesucristo, la cual te
limpio del pecado y la muerte, pues, también protegerá fielmente al
Espíritu de Dios para que jamás se contamine con nada. Es decir,
también que la sangre bendita de nuestro Señor Jesucristo es tan
poderosa con el Espíritu Santo de Dios, así como lo es infinitamente
con cada uno de nosotros en el paraíso y en todos los lugares de la
tierra también, para protegernos de cada uno de los males terribles de
las mentiras de Satanás y de la serpiente antigua.

Por deducción, el Espíritu de Dios jamás volverá a salir de tu vida
una vez que entra en ti, porque las muchas bendiciones del Espíritu de
la sangre y de la vida resucitada en el tercer día del Hijo de David
estarán en ti para la eternidad, para que ningún mal vuelta a tocarte,
venga de donde venga. En verdad, para nuestro Padre celestial con el
Espíritu de nuestro Señor Jesucristo viviendo en tu vida, como dice la
Escritura y de acuerdo a su voluntad perfecta, entonces jamás ningún
mal alcanzara tu vida para destruirte a ti ni a los tuyos;
indiscutiblemente, nuestro Dios es bueno y su amor es inacabable para
con nosotros, ¡gracias a nuestro Jesucristo!

De aquí que, podemos confiar en nuestro Padre celestial y en la vida
santísima de nuestro Señor Jesucristo, la cual vivió sobrenaturalmente
en Israel, para bien de los antiguos y para bien de nuestras vidas
eternas también, hoy en día, en la tierra y así también para La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo. Ciertamente que éste es el amor
antiguo y eterno de nuestro Padre celestial manifestado por y para
Israel y para la humanidad entera también, y sólo por medio del
nacimiento virgen, por la vida gloriosa, muerte sacrificada y
resurrección celestial en el tercer día del Árbol de la vida, ¡nuestro
Salvador Jesucristo!, el que vive en ti infinitamente feliz.

Objetivamente, con el Señor Jesucristo viviendo en tu vida de cada
día, es el mismo SEÑOR viviendo cada hora del día de tu vida por la
tierra y así también será infinitamente en la nueva era venidera del
nuevo reino angelical, de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa de
nuestro Padre celestial y de su Árbol de la vida, ¡su Jesucristo! Pues
éste es el reino angelical, el cual nuestro Padre celestial comenzó a
construir mucho antes que comenzara a formar en sus manos al primer
hombre de la humanidad entera, Adán, para entonces crearte a ti, como
hombre o mujer de toda su nueva creación infinita, en donde viviremos
felices con Él, llenos de su Espíritu de verdad, ¡el Consolador!

Puesto que, es éste Espíritu de verdad, el cual no solamente nos
guiara a toda verdad y justicia por la tierra sino también en el más
allá, como en el paraíso o como en la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén Honrada del cielo, después de habernos levantado con su
poder resucitador a la presencia santa de nuestro Padre celestial.
Porque solo los que son llenos del Espíritu de verdad, al creer en sus
corazones y confesar con sus labios el nombre bendito de Jesucristo,
entonces podrán realmente “inscribir hoy sus nombres en el libro” de
la nueva vida angelical, para jamás volver a vivir las mentiras de
Satanás y de la serpiente antigua, como los antiguos la vivieron hasta
morir.

O sea, que, hoy, puedes perfectamente inscribir tu nombre en “el libro
de la vida eterna”, el cual también es conocido por los ángeles como
“el libro del Cordero de Dios”, en donde cada nombre del hombre, de la
mujer, del niño y de la niña que ha recibido a Jesucristo en su vida
es escrito para la eternidad. Entonces si deseas ser feliz delante de
Dios y de su Hijo amado, hoy, se pues entonces lleno del Espíritu de
verdad, el Consolador celestial, para que ya no vivas más tu vida de
pecado de siempre, como del espíritu de error y de sus muchas
profundas tinieblas del más allá, sino todo lo contrario.

Además, esto es para que ya no vivas más ciego con las mentiras de la
serpiente antigua ni de Satanás rondando tu corazón y tu mente para
mal, sino que seas siempre lleno del Espíritu de Dios, como fue desde
el comienzo en el paraíso, para que veas con tus ojos todo lo bueno de
Dios en todos los lugares. Y así ya no camines cada día de tu vida por
la tierra con las mismas mentiras de Satanás y de la serpiente
antigua, las cuales no solamente engañaron a Eva y así a Adán sino que
también, desafortunadamente, a muchos más en todas las familias de las
naciones, para que no coman del fruto de la vida, ¡a nuestro
Jesucristo!

Porque la verdad es que en el mundo donde hemos nacido y vivimos es un
mundo para las tinieblas, por culpa de Adán que creyó a las mentiras
de Eva, la cual había creído primeramente a la serpiente antigua de
parte de Satanás, para engañarte a ti y a los tuyos también, en toda
la tierra y para siempre. Dicho de otro modo, en la tierra en donde
estamos, realmente, habitan las mismas tinieblas de las primeras
mentiras de Satanás, para maldición y muerte de Adán, Eva y cada uno
de sus descendientes en toda la tierra, incluyendo también al Hijo de
Dios, quien murió por nuestros pecados sobre el monte santo en las
afueras de Jerusalén, en Israel.

Por lo tanto, con el Señor Jesucristo ya no estamos en las tinieblas
del mundo pecador de la tierra, en donde todos viven entre maldiciones
y muertes increíbles sin que se den cuenta de nada y sólo hasta que ya
es demasiado tarde, sino que “estamos viviendo en el mundo de la luz
de la nueva vida infinita del cielo”. Por esta razón, nuestro Señor
Jesucristo les decía a las multitudes de Israel, gentiles y hebreas,
yo no soy de este mundo, yo soy del mundo de arriba y este mundo es el
mundo de luz, el reino sempiterno de los ángeles fieles a mi Padre
celestial y a su nombre muy santo.

Ahora, si ustedes creen en mí, ya no serán de este mundo en donde han
nacido y vivido todos estos años, sino que son del nuevo mundo de
Dios, lleno de la luz de la vida eterna del Árbol de la vida, su Hijo
amado, ¡el Santo de Israel y único salvador posible para la humanidad
entera! Y es éste mundo de luz y no de tinieblas del nuevo reino de
los cielos, el cual nuestro Padre celestial nos ha enviado con su Hijo
amado, para que lo recibamos y seamos parte de él, desde ahora y para
siempre, con tan sólo creer en nuestros corazones y confesar con
nuestros labios su nombre salvador, ¡a su amado Jesucristo!

Porque todo aquel que cree y confiesa el nombre eterno del Señor
Jesucristo, entonces las cosas viejas mueren, e aquí todas son nuevas
y para mayor gloria que antes, para empezar a vivir, desde ya, la
nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa y Eterna del cielo. Y
sólo los que no creen en la gran obra sobrenatural de nuestro Padre
celestial sobre Israel, el cual es el Hijo de David, entonces no comen
ni beben de la roca eterna de vida y de salud para todo aquel que ama
a su Padre celestial que está en el cielo, para perdón y bendiciones
sin fin, hoy y siempre.

Por ese motivo, así como tú mismo, mi estimado hermano y hermana,
muchos no comen ni beben del Árbol de la vida de Dios cada día, para
que sus pecados les sean perdonados y sus vidas sean llenas de
bendiciones y de salud, como de los ángeles, por ejemplo, para servir
a Dios siempre en todas sus cosas sempiternas. Y nuestro Padre
celestial desea hoy parar éste mal terrible en tu vida, el cual te ha
estado haciendo daño por mucho tiempo con el fin de destruirte a ti y
a cada uno de los tuyos también, pero nuestro Padre celestial es
poderoso para salvarte de todos estos males eternos, únicamente
invocando el nombre salvador de su Jesucristo.

Tal como están las cosas, nuestro Señor Jesucristo es Señor en el
cielo y así también debajo de la tierra, en el infierno, porque le ha
placido a nuestro Padre celestial darle a Él los poderes y las llaves
del cielo y del infierno; mejor dicho, sólo Jesucristo es el salvador
del cielo, de la tierra y debajo de la tierra. Y como nuestro Señor
Jesucristo no hay otro igual jamás, que pueda hacer todas las cosas
que Él puede hacer por nosotros y para nosotros cada día y cada noche
de nuestras vidas por la tierra y en el más allá también, como en el
paraíso o como en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, por
ejemplo.

Y si hoy mismo mueres por alguna razón o porque tus días se han
cumplido, y no estás lleno del Espíritu de verdad del nombre y de la
sangre resucitada en el tercer día de nuestro Señor Jesucristo,
entonces no volverás a ver la vida sino sólo la muerte en el bajo
mundo de los muertos del más allá, ¡el infierno! O sea, que morirás
porque estás aún viviendo en el mundo cruel de las tinieblas de las
primeras mentiras o de muchas más mentiras de Satanás, las cuales han
entrado en tu vida, ya porque naciste en la tierra o porque alguien te
las contó y las creíste, para mal de tu alma viviente, por ejemplo, en
la inmortalidad.

Pero si crees en tu corazón y confiesas con tus labios a Jesucristo
delante de nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, entonces ya
no estarás en las tinieblas de Satanás, sino en el Espíritu de verdad
y de justicia eterna de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para
perdón, salvación y bendiciones eternas de tu nueva vida angelical. Y
así con el Señor Jesucristo viviendo ya en tu vida con los muchos
dones de su Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, entonces ya no
serás más vulnerable a las maldiciones, enfermedades terribles de
Satanás y de sus mentiras de siempre, sino que serás lleno de la luz
de la vida eterna del paraíso, ¡nuestro Señor Jesucristo!

O sea, que tu nuevo destino final en la tierra ya no será la muerte y
sus profundas tinieblas del más allá, sino la luz de las alturas
antiguas de la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa y
Gloriosa de nuestro Padre celestial, de su Espíritu Santo y de su Hijo
amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Verdaderamente, con el Señor
Jesucristo en tu vida estarás por siempre lleno de milagros,
maravillas, prodigios sobrenaturales y así caminaras siempre protegido
por sus ángeles santos, porque el nombre de nuestro Señor Jesucristo
vive en tu corazón para siempre; tu vida será protegida cada día por
el amor eterno de nuestro Padre celestial hacia su Hijo Jesucristo,
sin la menor duda.

Es decir, también que con el Señor Jesucristo en tu vida, «tu nombre
está escrito en el libro de la vida» y, por ende, Satanás ya no tiene
ningún poder sobre tu vida con sus mentiras de siempre ni menos la
muerte ni su mundo infernal del más allá, sino que vivirás feliz para
la eternidad con Dios en tu corazón. Y esto debería llenar tu corazón
de mucho regocijo, de saber que el pecado ya no puede destruirte ni
menos el ángel de la muerte ni su infierno tormentoso del bajo mundo
de los muertos, sino que eres infinitamente limpio y libre de Satanás,
en esta vida y en la venidera también, para siempre.

El infierno fue creado inicialmente sólo para los que no aman a
Jesucristo, como el Hijo de Dios, como el Cordero Escogido, como el
sumo sacerdote, como el Hijo de David, como el único salvador posible
de tu vida y de cada vida humana de la humanidad entera, en todas las
naciones de la tierra. Realmente, éste es un lugar horrendo del bajo
mundo, en donde no sólo todo es fuego y tinieblas, en donde habitan
los pecadores y las pecadoras de la antigüedad, como de los que jamás
honraron en sus corazones al Señor Jesucristo ni menos a su Espíritu
Santo de Los Diez Mandamientos, por ejemplo, sino que ahí están tus
enemigos también.

Y estos mismo enemigos de tu vida y de Jesucristo seguirán atacando tu
vida como siempre lo hicieron en la tierra, pero con mayor fuerza que
antes, porque rehusaste creer en tu corazón y de confesar con tus
labios el único nombre salvador de tu alma y de todo tu cuerpo
viviente, ¡nuestro Señor Jesucristo! Mejor dicho, el infierno es un
lugar de tormento eterno para los ángeles caídos que no comieron del
fruto del Árbol de la vida, nuestro Señor Jesucristo, en el reino de
los cielos, cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo así, y así
también para el hombre rebelde por el mismo pecado de no creer en su
Creador, por amor a Jesucristo.

Porque todo aquel que rehúsa creer en su corazón y confesar a
Jesucristo con sus labios, entonces no solamente está rechazando toda
verdad y justicia de santidad y de glorias infinitas del reino de los
cielos, sino que también, desdichadamente, está rechazando al Padre
celestial y a su Espíritu Santo, y esto es algo muy malo para
cualquiera. O sea, que el que rechaza a Jesucristo en su corazón, no
solamente está rechazando el perdón de Dios y sus muchas y ricas
bendiciones sin fin de salud y de vida eterna, sino que también está
rechazando, sin saber lo que hace, a su Padre celestial, a su Espíritu
Santo y a sus ángeles gloriosos para mal eterno.

De veras, esto fue algo que Adán y Eva jamás debieron haber hecho en
sus vidas celestiales del paraíso, para no solamente no pecar en
contra de Dios y de su fruto del Árbol de la vida, Jesucristo, sino
que también para el bien eterno de cada uno de nosotros, en toda la
tierra, empezando con Israel, por ejemplo. Porque todo el mal que
siempre le sucedió a Israel, en verdad, ha sido porque han irritado al
Hijo de Dios, el Ángel del SEÑOR, por ejemplo, o porque lo han
rechazado sin saber lo que estaban haciendo en contra de sus vidas y
de los suyos también, para generaciones venideras, sin duda.

Propiamente, fue por esta razón que Israel no solamente fue expulsado
por sus mismos enemigos de siempre de las tierras prometidas de
Canaán, para vivir lejos de ellas, en otras tierras, en el mundo
entero, sino que también no pudieron volver a ella hasta que un
remanente de ellos creyera en su corazón y confesara con sus labios al
Hijo de Dios. Entonces los hebreos fueron expulsados de sus propias
tierras por culpa de sus pecados de no poder cumplir con el Espíritu
Santo de Los Diez Mandamientos de Dios, con tan sólo recibir en sus
corazones y de confesar con sus labios al dador del perdón, de la vida
y de la salud eterna, el Hijo de David, ¡el Cordero de Dios!

Es más, todo Israel fue expulsado de sus tierras para vivir lejos de
ellas, porque cometieron el mismo pecado que Adán y Eva cometieron en
el paraíso, cuando comieron del fruto prohibido del árbol de la
ciencia del bien y del mal, en vez de comer del fruto del Árbol de la
vida, ¡Jesucristo! También es verdad de que muchos de los que son
expulsados de sus propias tierras, en donde han nacido y han vivido
por muchos años para vivir lejos de ellas, como ocurre hoy en todo el
mundo, por ejemplo, realmente ha sido porque no han creído al dador de
sus nuevas vidas eternas en sus corazones, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Porque todos los que comen del fruto “del Pan del cielo” (el maná de
los ángeles), pues entonces no sólo sus pecados son perdonados sino
que vuelven a nacer no de las tinieblas de la tierra para ser ciegos,
sino de la luz de la vida santa del paraíso o de La Nueva Jerusalén
Colosal del cielo, para ver bien todo siempre. Porque desde el día que
Adán y Eva pecaron en contra del Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos, “el fruto de la vida”, pues entonces no solamente que
nadie ha podido cumplir sus preceptos y estatutos, como Moisés quien
lo recibió de las manos de Dios inicialmente, como el fruto para vida
y salud, sino que nadie tampoco en todo Israel.

Es decir, que nadie en Israel, desde la antigüedad y hasta nuestros
días, verdaderamente, ha cumplido con el Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos de la vida santa de nuestro Padre celestial y de sus
ángeles, nuestro Salvador Jesucristo, para no sólo volver al paraíso
sino también entrar a La Nueva Jerusalén angelical, salvo la vida
sobrenatural del Hijo de David. Por eso, hoy podemos confiar
profundamente en nuestros corazones en el Señor Jesucristo, porque
sólo Él ha podido cabalmente vivir la vida santa y sumamente gloriosa
del cielo en Israel, por lo tanto el Espíritu Santo de los Diez
Mandamientos le declara a Él delante de los hombres y de nuestro Padre
celestial que está en los cielos, como ¡Santo e intachable!

Por ello, su vida sobrenatural junto con su sangre santísima, la cual
resucito en el tercer día para no sólo volverle a dar vida a
Jesucristo sino también la misma vida a todo hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, con tan sólo creer en su corazón y
profesar con sus labios su nombre salvador delante de nuestro Hacedor.
Por eso, sólo nuestro Señor Jesucristo nació del vientre virgen de la
mujer, como la primer mujer nació del cuerpo virgen del primer hombre,
Adán, para así volvernos a dar vida y vida en abundancia, con una
sangre sumamente santa y gloriosa, llena de perdón, salud, milagros,
maravillas y bendiciones sin fin, en la tierra y para la eternidad.

Hoy vivimos en la vida que Satanás le entrego a Adán por creer en sus
mentiras, pero con el Señor Jesucristo volvemos a nacer a una vida
totalmente nueva y sumamente gloriosa porque hemos creído a su nombre
salvador, el cual es sinónimo de verdad y de justicia eternal, en la
tierra y en el corazón de nuestro Padre celestial. Por lo tanto, para
nuestro Padre celestial sólo nuestro Señor Jesucristo es nuestro
verdadero nacimiento, libre de Adán, libre de Eva y libre de Satanás
sobre todo, para poder volver a vivir nuestras vidas normales y
celestiales, por las cuales fuimos creados en las manos de Dios, para
vivir en su imagen y conforme a su semejanza celestial, para siempre.

Y es por razones de esta vida sumamente santa e intachable, declarada
abiertamente por el Espíritu Santo de Los Diez Mandamientos, por la
cual no solamente nuestros pecados son perdonados por su sangre
santísima y, a la vez, podemos vivir una vida llena de paz y de
bendiciones sin fin, sino que también podemos regresar, desde ya, al
cielo. Fue por esta razón que nuestro Señor Jesucristo les declara a
sus apóstoles y discípulos abiertamente en Israel, cuando les dijo, yo
soy la puerta del cielo, el que cree en mí podrá entrar a la nueva
vida eterna, para jamás volver a sufrir los males terribles de las
mentiras crueles de Satanás y de sus seguidores malvados.

Tu vida por más larga que sea ya se acaba como la noche en el día, y
el día eterno de nuestro Padre celestial resplandecerá en la luz de su
Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para seguirles dando vida y
bendiciones sin fin a los que le aman a Él, en el espíritu y en la
verdad de su Espíritu Santo. Vuelve al Señor Jesucristo con el amor
que aún queda en tu corazón, y nuestro Padre celestial hará por ti
grandes cosas con ese amor puesto en su lugar santo y eterno en la
vida de su Jesucristo, para que vuelvas a creer y a ser mucho más
fuerte que antes en Él, desde hoy y para siempre en la eternidad.

Así te vestirás de la vestidura de inmortalidad de nuestro Salvador
Jesucristo para jamás volver a conocer las maldiciones de las mentiras
de Satanás y de sus malvados de siempre, sino que sólo conocerás la
luz y su verdad, llena de justicia y de santidad para ti y para cada
uno de los tuyos también, en todos los lugares de la tierra. Con
Jesucristo en tu corazón, entonces tu cuerpo y toda tu alma serán
vestidos con las armaduras de nuestro Padre celestial, las cuales te
protegerán cada día de tu vida por la tierra y así también en el más
allá infinitamente, para que ningún mal de Satanás y de sus seguidores
vuelva a hacerte ningún mal en la inmortalidad angelical.

Por eso, nuestro Señor Jesucristo es muy importante en tu vida y, por
tanto, debería ser parte de cada día de tu vida por la tierra, así
como siempre lo será parte de tu vida en cada día de tu nueva vida
infinita del paraíso o de La Nueva Jerusalén colosal del cielo. Con
Jesucristo en tu vida serás siempre fuerte en toda tu vida y hasta aún
en tus días más débiles, por culpa de algún pecado o maldad de Satanás
o de alguno de sus seguidores malvados, por ejemplo; con Jesucristo en
tu vida siempre serás victorioso en contra de Satanás y sus obras
malvadas, por más escondidas que estén de ti.

Con el Señor Jesucristo en tu vida tú no pierdes nada jamás, sino que
lo ganas todo y mucho más aún también siempre en todas tus cosas que
emprendas en tu vida y en la vida de los tuyos en todos los lugares de
la tierra, porque nuestro Padre celestial estará contigo en cada día.
Por ello, andemos en la luz del tercer día de la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo, en el cual jamás se apagara su luz porque no
hay tinieblas en él: por cierto, éste es el día eterno, el cual
nuestro Señor Jesucristo descendió del paraíso para alcanzarlo para
ti, para que hoy sea parte de tu vida y para la eternidad también.

Y si, hoy mismo, comienzas a vivir en este amanecer eternal del tercer
día de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, entonces tu vida
ni la de los tuyos jamás terminara, en esta vida ni en la venidera
tampoco para siempre, para seguir viviendo ya no la vida pecadora de
Adán y Eva, sino la de nuestro Padre celestial. Porque en el principio
fuiste creado en las manos santas de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo, para vivir la vida eterna del Árbol de la vida,
nuestro Señor Jesucristo, y ésta es la vida que le agrada muchísimo a
nuestro Padre celestial en el paraíso, en la tierra y en La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo. Para nuestro Padre celestial
otra vida como ésta ya no hay para ti ni para los ángeles del cielo,
sino sólo la que su Jesucristo intento dársela a Adán y a Eva en el
paraíso, por inicio, y, hoy mismo, también te la entrega a ti, pero
con mayor poder y gloria que antes, para que sea feliz en la
eternidad.

En este nuevo día sin fin de nuestro Señor Jesucristo, todos podemos
andar sin glotonerías y borracheras, sin deseos carnales y envidias o
codicias desordenadas de las cosas del mundo de las tinieblas de Adán
y Eva, en el que hemos nacido, por ejemplo, sino que andaremos gozos y
felices en nuestras nuevas vidas encontradas del cielo. Efectivamente,
en éste día glorioso y sin fin, porque no hay tiniebla de ninguna
clase en él, ni menos se terminara o se apagara su luz por la noche,
sino que seguirá infinitamente lleno de la luz del rostro del SEÑOR
que la alumbrara constantemente para todos nosotros, pues, tu luz
brillara en él también desde ya y para la eternidad.

Tu vestidura, la cual es la del Señor Jesucristo, porque él mismo te
la entregara a ti, toda gloriosa y llena de santidad celestial,
purificada grandemente con su sangre santísima, para que no andes
desnudo jamás en el cielo ni menos en la presencia de Dios, como con
Adán y Eva cuando pecaron, sino para que brilles, como Jesucristo
brilla divinamente. En la tierra, hoy en día, todo es tinieblas por
doquier, por culpa de Adán, pero en el cielo como en el paraíso o como
en La Nueva Jerusalén Grandiosa todo es luz, luz celestial de la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo, la cual es tu resurrección
personal también, la que alumbra grandemente todo aún más allá de los
horizontes celestiales.

Por supuesto que todo es luz en la nueva ciudad celeste de nuestro
Padre celestial y de sus huestes angelicales y de su humanidad
infinita, porque tu corazón y toda tu alma también están llenos de “la
luz de la felicidad” de haber creído en tu corazón y confesado con tus
labios el nombre eterno del Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
En verdad, desde ya, eres lleno de nuestro Señor Jesucristo, porque su
luz de haber creído en su palabra y en su nombre santo en tu corazón
te llena de luz y felicidad, para que le confieses siempre por toda la
tierra, en el paraíso y así también en La Nueva Jerusalén Grandiosa
del cielo su nombre eterno y muy santo.

Además, éste nombre bendito de nuestro Señor Jesucristo en tu corazón
y en toda tu vida, hoy en día, es, en sí, para alegría y para gozo
eterno de nuestro Padre celestial y de sus huestes angelicales de su
nuevo reino celestial. Alégrate, pues, grandemente en el SEÑOR del
cielo, porque estás infinitamente lleno del Espíritu de su Hijo amado,
el Espíritu de verdad y de santidad eterna, el cual cumplió el
Espíritu bendito de Los Diez Mandamientos, para que ya no seas más
maldecido por tus tinieblas sino bendecido cada día por tu luz
celestial e infinita, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y si hoy mismo estás lleno del Espíritu de nuestro Señor Jesucristo,
el cual no sólo cumplió cabalmente con el Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos, sino que también le puso fin al pecado y al ángel de la
muerte para que vuelvas a recibir tu vida normal, en la cual fuiste
creado en las manos de Dios. Y si Jesucristo vive en ti, entonces los
problemas y enfermedades se han ido de ti juntos con su ángel de la
muerte para no volverte a hacer ningún mal para siempre y, por tanto,
sólo el bienestar de la verdad y de la justicia celestial, llena de
vida y de salud de Dios vivirá en ti enormemente.

Se feliz, pues, Dios te ama como siempre amo a su Hijo Jesucristo,
porque estás lleno de su Espíritu Santo y de sus bendiciones sin fin
en todo tu ser, desde hoy mismo y para siempre en la nueva eternidad
celestial. La paz, la alegría, el poder y la vida eterna de todas las
nuevas cosas celestiales de nuestro Padre celestial y de su Espíritu
Santo junto con sus ángeles viven en ti y en los tuyos también, sean
familiares o amistades, ¡gracias al amor de su Jesucristo por lo que
ha hecho por ti sin cesar, desde la antigüedad y hasta hoy! ¡Llénate
de Jesucristo, y vive la vida eterna desde ahora! ¡Amén!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su Jesucristo
es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en el
nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras
almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y
honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el
cielo, también, para siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y noche,
(Deuteronomio 27: 15-26):

“‘¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen de
fundición, obra de mano de tallador (lo cual es transgresión a la Ley
perfecta de nuestro Padre celestial), y la tenga en un lugar secreto!’
Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su madre!’ Y
todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad de su
prójimo!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!’ Y todo el pueblo
dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del huérfano y de
la viuda!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre, porque
descubre la desnudes de su padre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier animal!’ Y todo
el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su padre o hija
de su madre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con su suegra!’ Y todo el pueblo dirá:
‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte a su
semejante, sin causa alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente, sin causa
alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por
obra en su diario vivir en la tierra!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo a la
verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la
omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad
perfecta del Padre celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto
tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine,
cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos
con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre
las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a
la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está
aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en
Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los
males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible
de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en
la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo
reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en
día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus
ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada
palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición
terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada
majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con
todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y
de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las
naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu
corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la
tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde
los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del
reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: “No tendrás otros dioses delante de mí”.

SEGUNO MANDAMIENTO: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás
culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la
maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la
cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia
por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

TERCER MANDAMIENTO: “No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios,
porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano”.

CUARTO MANDAMIENTO: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será
sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el
forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová
hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y
lo santificó”.

QUINTO MANDAMIENTO: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.

SEXTO MANDAMIENTO: “No cometerás homicidio”.

SEPTIMO MANDAMIENTO: “No cometerás adulterio”.

OCTAVO MANDAMIENTO: “No robarás”.

NOVENO MANDAMIENTO: “No darás falso testimonio en contra de tu
prójimo”.

DECIMO MANDAMIENTO: “No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su
buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo”.

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos estos
males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos,
también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de
Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos
desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú
no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los
tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días
de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy.
Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que
sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada
una de sus muchas familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos
juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia
santa del Padre celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras
almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de
tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu
reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial
también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y
la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR MÍ”.
Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS
TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y
su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer
día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu
vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL
SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un
pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su
SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi
pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi
SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de una
nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios,
orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El
ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en
un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema
autoridad. Habla de Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de
Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su
palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en
gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata
a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con
frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para
que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que
te goces en la verdad del Padre celestial y de su Hijo amado y así
comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de
Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es
la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la
tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras
almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: “Vivan
tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén”. Por causa de mis hermanos y
de mis amigos, diré yo: “Haya paz en ti, siempre Jerusalén”. Por causa
de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra:
imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de
Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que
respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso!
Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de
todo corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y loor
al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y
como siempre, para la eternidad.


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Franco Veneroso
2009-01-03 04:43:46 UTC
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Buon anno 2009
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"valarezo" <***@aol.com> ha scritto nel messaggio news:027bb8e8-9268-43f3-ad67-***@t3g2000yqa.googlegroups.com...
Sábado, 06 de diciembre, año 2008 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador – Iberoamérica

(Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


VIVAN TODOS USTEDES LLENOS DE JESUCRISTO CADA DÍA:

La noche está muy avanzada para las familias de las naciones en todos
los lugares de la tierra, y el día eterno de nuestro Padre celestial
está muy cerca para empezar su nuevo reino celestial. Llenemos
nuestras vidas de Jesucristo cada día, invocando su nombre salvador,
para felicidad perpetua del cielo y la tierra. Retirémonos, pues, de
las obras de las tinieblas del mundo en que vivimos por los poderes
sobrenaturales «en la invocación» del nombre eterno de nuestro Señor
Jesucristo y, a la vez, vistámonos con las armas de la luz del
Espíritu Santo de verdad y de justicia celestial, ¡el Consolador!,
para triunfar por siempre en todo.

Andemos sencillamente con el Espíritu de la sangre resucitada en el
tercer día de nuestro Señor Jesucristo, como de día y alertados/
despiertos, para no tropezar más con las tinieblas de Satanás y de sus
ángeles caídos, porque Jesucristo nos protege; nuestro Jesucristo
vive, él está en el cielo, orando por nosotros como nuestro “sumo
sacerdote protector” delante de nuestro Padre celestial. Por amor a
nuestro Creador, el Todopoderoso, no nos demos a glotonerías ni a
borracheras; ni menos andemos en pecados carnales y libertinajes
desordenados, ni en riñas ni en envidias o codicias de las cosas de
este mundo ciego para nuestro Salvador Jesucristo, el cual no puede
recibir el Espíritu de verdad, ¡el Consolador de nuestro Padre
celestial!

De éste mundo pecador de tinieblas eternales, en que hemos nacido
todos en el espíritu de error de Adán y Eva y, al mismo tiempo, el
cual ha rechazado por error el Espíritu de verdad de nuestro Padre
celestial y de su Jesucristo, ¡nuestro Consolador celestial!
Renunciemos, pues, cuando antes mejor a las tinieblas de este mundo
ciego, para vivir en el mundo lleno de la luz del Árbol de la vida,
nuestro Señor Jesucristo, para que podamos alcanzar con nuestras
propias manos sus muchos frutos, para calmar nuestra hambre y nuestra
sed de Dios en nuestros corazones, en cada día de nuestras vidas por
la tierra.

Vivamos, pues, felices y alegres en el mundo de luz de nuestro Padre
celestial y de su Hijo Jesucristo, el Salvador de Israel y de las
naciones, el Hijo de David, para que jamás el poder de Dios nos falte
en nuestros corazones y en nuestras almas vivientes, para disfrutar
así de un cuerpo y una vida totalmente libres de Satanás. Porque un
corazón sin Satanás es, en verdad, un corazón totalmente feliz delante
de Dios, porque nuestro Señor Jesucristo está sentado en su lugar
eterno, lleno del Espíritu de verdad, el Consolador, para alegrar
nuestras vidas cada día y para siempre; de principio a fin, vivir sin
Satanás es gozar de la felicidad eterna, en la tierra y en el
paraíso.

Desde el inicio de toda vida humana, Satanás es la amargura de nuestro
corazón, pero Jesucristo es la dulzura sin fin de cada una de nuestras
cosas, sean grandes o pequeñas, en nuestros corazones, en nuestras
almas, en nuestros cuerpos y espíritus humanos, hoy en día y para
siempre, en la nueva eternidad venidera. Con Satanás estamos
infinitamente perdidos en la tierra y en el más allá también, ya sea
en el paraíso o en el mismo infierno, pero con el Señor Jesucristo
estamos no sólo de regreso a la vida santa del paraíso, sino que
también vivimos vivos, desde ya, en el corazón santísimo de nuestro
Padre celestial.

En nuestros días, no hay poder de nuestro Padre celestial para
defendernos de las artimañas escondidas de Satanás y de sus malvados
seguidores, porque Jesucristo no está en nosotros, ni menos su
Consolador; por eso, sin nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas
somos entonces presa enteramente fácil para Satanás y para sus ángeles
caídos, en todos los tiempos de la tierra. Y esto ha sido siempre
verdad desde los primeros días de nuestras vidas celestiales en el
paraíso, por ejemplo, delante de nuestro Padre celestial y de su Árbol
de la vida, nuestro Señor Jesucristo, para ceguera espiritual de
nuestros corazones y destrucción eterna de nuestros cuerpos en la
tierra y así también de nuestras almas perdidas infinitamente en el
infierno.

Sin Jesucristo en nuestras vidas, entonces Satanás y sus seguidores
pueden hacer todo lo que les den las ganas con cada uno de nosotros,
en la tierra y, aparentemente, en el más allá también; por eso, Adán y
Eva cayeron en el pecado mentiroso de la serpiente antigua, para
perderse para siempre en sus tinieblas crueles e infernales. A la
inversa, hagamos lo correcto siempre, como hoy, vistiéndonos del Señor
Jesucristo, como Dios manda, y no hagamos provisión para satisfacer
los malos deseos de la carne, como de las cosas que agradan cada noche
y cada día al espíritu de error de Satanás y del mundo en que vivimos,
para mal de nuestras vidas y de los nuestros también.

Visto que, en éste mundo en que hemos nacido, verdaderamente, han
pecado muchos en contra de nuestro Padre celestial y de su Hijo amado,
nuestro Señor Jesucristo, el Árbol de la vida, por culpa del hombre
pecador y de la mujer pecadora, como Adán y Eva, por ejemplo, que sin
saber lo que hacían rechazaron al dador de la vida, tristemente. Como
resultado de esto, muchas cosas terribles han sucedido a través de los
tiempos de la vida de la tierra, para mal y desdichas de muchos,
desafortunadamente, pero muchas cosas muy buenas para la humanidad
entera también comenzaran en sus días en el mundo entero, simplemente
por amor a todos aquellos que aman a nuestro Padre celestial y a su
Jesucristo.

Por ejemplo, cuando nuestro Padre celestial estaba listo para destruir
las ciudades de Sodoma y Gomorra, porque sus pecados habían ascendido
hasta su presencia santa en el cielo, de no amar y besar a su
Jesucristo con sus vidas de cada día, entonces le dijo el SEÑOR a
Abraham, no destruiré a estas ciudades, sin ellas hubiese diez (10)
justos. Pero como no encontró nuestro Padre celestial a esos justos,
que creyesen en Él, en el Espíritu y la verdad salvadora de nuestro
Señor Jesucristo, salvo Lot y su familia, pues entonces inmediatamente
hizo que fuego descendiese del cielo y las destruyese por completo por
su culpa, por su maldad de no haberle honrado a Él, en el amor de su
Jesucristo.

Y lo mismo ha venido sucediendo a través de los tiempos de la vida de
toda la tierra y con sus naciones, porque sus gentes, hombres,
mujeres, niño y niñas, por una razón u otra, no han honrado, ni menos
han recibido en sus vidas al dador de la vida, el Árbol de Dios del
Maná/Pan del cielo, ¡nuestro Señor Jesucristo! Presentemente, nuestro
Padre celestial tiene a Jesucristo para cambiar a nuestro mundo de
tinieblas a la luz más brillante que el sol y de La Nueva Jerusalén
Celestial, para que nuestros ojos y nuestros corazones ya no sean
ciegos, sino que vean todo lo que es verdad, en vez de ver todo lo que
es mentira en nuestros alrededores, como siempre.

Dejándonos engañar así, como los antiguos pecadores, de los cuales
jamás creyeron en sus corazones a nuestro Padre celestial por medio de
su fruto de vida, el cual es el espíritu de verdad y de justicia,
cumplidor absoluto del Espíritu de Los Diez Mandamientos de la nueva
vida del cielo, por ejemplo, para ángeles y para la humanidad entera
también. Por eso todos ellos murieron muertes terribles y
profundamente maldecidas por sus propias acciones malvadas en contra
de nuestro Padre celestial y de su Ley viva, nuestro Señor Jesucristo;
es decir, también que todos los que se han perdido en las tinieblas de
Satanás en las generaciones pasadas, ha sido porque no conocieron
jamás a Jesucristo en sus corazones.

Porque esa es la mayor maldición que un hombre, una familia, un
pueblo, una tribu, una nación o un reino de la tierra puede sufrir,
hoy en día como en la antigüedad, para maldición y muerte terrible en
la tierra y en el infierno también, puesto que no tiene o no goza de
la vida bendecida de Jesucristo, en su vida cotidiana. Todos los que
han muerto en las tinieblas, en realidad, han muerto en el espíritu de
error de las primeras mentiras de Satanás, para maldición y perdición
eterna de sus almas en el infierno; pero los que mueren con el Señor
Jesucristo, en verdad, no mueren de ninguna manera, sino que se
levantan al paraíso para continuar viviendo perpetuamente.

Nuestra luz gloriosa es el Señor Jesucristo, para nosotros continuar
viviendo para siempre en la tierra y en el paraíso también; en sentido
contrario, con Satanás somos ciegos, camino a la muerte eterna del
infierno para jamás volver a ver la vida eterna en el más allá,
eternamente y para siempre, sino las maldiciones interminables del
ángel de la muerte. Con Satanás somos ciegos, pero con Jesucristo
somos videntes en la tierra y así también en la nueva vida eterna del
paraíso, eternamente y para siempre, para gozar por siempre de cada
una de las cosas buenas de nuestro Padre celestial y de su Hijo
Jesucristo.

Porque la verdad es que cada uno de nosotros no ve las cosas
verdaderas del mundo en que hemos nacido y vivimos hoy en día, como
deberíamos de verlas y vivirlas cada día y cada noche, por supuesto,
porque “su luz es tinieblas”, la cual sólo ve el mal de Satanás y de
sus ángeles caídos, como maldiciones y muertes increíbles. Pero cuando
el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo nace en las tinieblas de
nuestros corazones, entonces ya no estamos en tinieblas, como en las
tinieblas del vientre de nuestras madres, por ejemplo, sino que
estamos vivos y firmes en la luz de Dios, porque «la luz de nuestros
corazones ya no es tinieblas sino luz en nuestro Salvador
Jesucristo».

Y es precisamente con ésta luz celestial con la cual no solamente
fuimos creados en las manos de nuestro Hacedor en el día de nuestra
creación, sino que también ha sido con ésta misma luz con la cual nos
dio vida en abundancia, llena de bendiciones interminables en el
paraíso y en la tierra también, aunque no lo creas así aún. Pero es
Satanás, sin duda, quien ciega tu corazón y tus ojos con sus tinieblas
de siempre, por el espíritu de error de Adán y Eva, el cual vive en ti
por defecto espiritual, para que seas siempre ciego y jamás veas lo
que deberías de ver cada día y cada noche de tu vida, por toda la
tierra.

Además, estas tinieblas de Satanás están en ti, desde el día que Adán
y Eva pecaron en contra del fruto del Árbol de la vida eterna, nuestro
Señor Jesucristo y, por tanto, jamás se irán de ti, es decir, si
nuestro Padre celestial y su Hijo amado con la ayuda idónea de su
Espíritu Santo no te ayudasen jamás, por ejemplo. Pero nuestro Padre
celestial es bueno y su amor es para siempre para contigo y para con
cada uno de todos los tuyos, en tu hogar y en todos los lugares de la
tierra también, en donde sea que se encuentren todos ellos, hoy en
día, en sus millares.

En otros términos, nuestro Padre celestial y su Hijo Jesucristo están
contigo en cada momento de tu vida y en cada momento de la vida de los
tuyos también, para bendecirlos grandemente con sus muchas bondades y
su amor eterno, para que jamás Satanás destruya tu vida ni la de ellos
tampoco, ni hoy ni nunca. Porque nuestro Padre celestial es
Todopoderoso y, a la vez, es bondadoso también para con los que creen
en sus corazones y así confiesan delante de su presencia santa “su
verdad y justicia más alta” en la tierra y en los cielos, su Hijo
amado, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Por eso, hoy en día, más que nunca podemos perfectamente despojarnos
de cada una de las artimañas de Satanás y de sus ángeles caídos, para
que el espíritu de error de Adán y Eva no se aumente en nuestras
vidas, ni en la vida de los nuestros tampoco, en todos los lugares de
la tierra. Porque nuestro Señor Jesucristo “es la verdadera oración,
ruego, suplica, invocación e intercesión eternal” delante de nuestro
Padre celestial, para que los dones sobrenaturales de su Espíritu
Santo, el Espíritu de verdad, comiencen a obrar grandemente cada día y
cada noche de nuestras vidas en la tierra y así también en el paraíso,
para siempre y sin cesar nunca.

Y sólo así nuestro Padre celestial podrá ayudarnos al instante, para
que los males de Satanás se vayan de nosotros, como problemas,
dificultades, enfermedades y muchas tinieblas escondidas del más allá
en nuestras vidas de cada día, y hasta nuestros enemigos eternos
también desaparecerían por los poderes sobrenaturales de la oración a
nuestro Padre celestial, en la invocación del Señor Jesucristo. Pues
sólo por los poderes sobrenaturales de nuestras oraciones, suplicas,
ruegos, invocaciones e intercesiones delante de nuestro Padre
celestial en el Espíritu del nombre bendito de nuestro Señor
Jesucristo, el Árbol Eterno de nuestras almas vivientes, seremos
verdaderamente libres y sin Satanás en nuestras vidas, para poder
verdaderamente disfrutar de las cosas gloriosas/reales del cielo,
desde hoy mismo y para siempre.

Así pues, andemos decentes cada día y cada noche, como llenos del
Espíritu de verdad, el Consolador, en nuestras vidas, para que todo
sea luz brillante en cada paso que demos hacia delante de nuestro
Padre celestial y de su Hijo Jesucristo en todos los lugares de la
tierra, como viviendo ya en el paraíso, por ejemplo. Porque la verdad
es que nuestro Señor Jesucristo descendió del cielo, para no solamente
darnos el perdón de nuestros pecados, pecados que habíamos cometido en
contra de Él y del Espíritu Santo de Sus Diez Mandamientos, sino que
también nos vino a dar, además, de vida y salud, poder para ser hechos
hijos e hijas del cielo.

Visto que, somos, por inicio, hijos de Dios, porque salimos de Él y de
su Espíritu Santo, en el día de nuestra creación en su imagen y
conforme a su semejanza celestial en el reino de los cielos, por lo
tanto, nuestro Padre celestial nos quiere ver de vuelta de nuevo en el
cielo, pero llenos de nuestras nuevas vidas celestiales. Es decir, que
nuestro Padre celestial envió a su Hijo amado a Israel para volver a
retomar nuestras vidas normales del cielo, pero no por el espíritu de
error de Adán y Eva, sino por su mismo Espíritu Santo, el Espíritu de
verdad y de justicia infinita de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa
del cielo, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y si el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo habita en nuestros
corazones, tal como nuestro Padre celestial y su Espíritu Santo lo
desearon que fuese así con cada uno de nosotros en el cielo, como con
Adán y Eva, por ejemplo, entonces ya no andaremos más en glotonerías y
en borracheras, ni en pecados sexuales y rivalidades, sino todo lo
contrario. A decir verdad, caminaríamos en toda la tierra, como los
ángeles caminan delante de nuestro Padre celestial y de su Espíritu
Santo en el reino angelical, y esto es siempre alabando y honrado su
nombre muy santo en nuestros corazones, para que sólo recibamos a cada
hora del día todos nosotros bendiciones tras bendiciones de Él y de su
Hijo Jesucristo.

Porque los que caminan en el espíritu de error de Adán y Eva en todos
los lugares de la tierra, en verdad, están caminando en tinieblas, y
las tinieblas sólo traen a cada momento del día y de la noche
maldiciones y males terribles sin fin, como problemas, dificultades
incomprensibles y enfermedades terribles y eternales del más allá. Y
es el Espíritu de la sangre y de la vida gloriosa, la cual nuestro
Señor Jesucristo la vivió en Israel y entre sus hermanos de sangre
escogida, la que físicamente nos limpia y, simultáneamente, nos libra
eternamente de todos estos males del más allá, para vivir una vida
abundante y saludable para el servicio infinito a nuestro Padre
celestial.

A fe, es saludable vivir para nuestro Señor Jesucristo, agrandando así
cada día y cada noche de nuestras vidas por la tierra y así también en
el paraíso el corazón santísimo de nuestro Padre celestial, el cual
está lleno de verdad y de justicia, para que el mal del enemigo de
nuestras vidas ya no reine más en nosotros. Entonces cada uno de todos
ustedes vístanse del Espíritu Santo de nuestro Señor Jesucristo, el
cual no sólo nació libre de Satanás en nuestro mundo, sino que también
predico, enseñó y vivió el Espíritu de Los Diez Mandamientos en cada
momento de su vida por Israel, sin jamás faltar a ninguna de sus
palabras, letras, tildes y significados eternos. Ésta es la gloria por
la cual nuestro Padre celestial busco en Adán en el paraíso
inicialmente y por toda la tierra también, como en tu vida y la de los
tuyos, y “sólo la encontró en el Hijo de David para la eternidad”, ¡el
Gran Rey Mesías de todos los tiempos para Israel y las naciones!

Además, este Espíritu cumplidor de la Ley de Dios y de Moisés es el
que realmente nos salva y nos limpia de todo poder del pecado y del
ángel de la muerte en la tierra y en el infierno también, para
siempre, y todo gracias a la vida gloriosa del Gran Rey Mesías de
todos los tiempos, ¡el Hijo de David! Hoy en día, como en el paraíso:
Ese es el Espíritu que nuestro Padre celestial desea ver cada día y
cada noche de tu vida por toda la tierra, y lo puedes muy bien
conseguir actualmente si tan sólo crees en tu corazón y así confiesas
con tus labios su nombre santísimo de su Hijo amado, ¡nuestro Salvador
Jesucristo!

Eso es todo lo que tienes que hacer hoy, para ser revestido del
Espíritu del Hijo amado de Dios, para que el espíritu de error de Adán
y Eva regrese a su lugar eterno en la vida de Satanás y así ya no
fastidie más tu vida, como lo ha venido haciendo así desde el día que
naciste y hasta hoy. Y cuando el espíritu de error ya no encuentre
cabida en tu corazón, como de costumbre, entonces serás verdaderamente
libre de todos los males y ataduras de Satanás, males y maldiciones se
alejaran de tu vida, porque ahora el Espíritu de verdad, el Espíritu
de Los Diez Mandamientos, cumplido y sumamente honrado por la vida de
Jesucristo vivirá en ti perpetuamente.

En verdad, una vez que el Espíritu de Dios entra en tu vida ya no
volverá a salir de ti por ninguna razón ni por ningún pecado, porque
la misma sangre santísima de nuestro Señor Jesucristo, la cual te
limpio del pecado y la muerte, pues, también protegerá fielmente al
Espíritu de Dios para que jamás se contamine con nada. Es decir,
también que la sangre bendita de nuestro Señor Jesucristo es tan
poderosa con el Espíritu Santo de Dios, así como lo es infinitamente
con cada uno de nosotros en el paraíso y en todos los lugares de la
tierra también, para protegernos de cada uno de los males terribles de
las mentiras de Satanás y de la serpiente antigua.

Por deducción, el Espíritu de Dios jamás volverá a salir de tu vida
una vez que entra en ti, porque las muchas bendiciones del Espíritu de
la sangre y de la vida resucitada en el tercer día del Hijo de David
estarán en ti para la eternidad, para que ningún mal vuelta a tocarte,
venga de donde venga. En verdad, para nuestro Padre celestial con el
Espíritu de nuestro Señor Jesucristo viviendo en tu vida, como dice la
Escritura y de acuerdo a su voluntad perfecta, entonces jamás ningún
mal alcanzara tu vida para destruirte a ti ni a los tuyos;
indiscutiblemente, nuestro Dios es bueno y su amor es inacabable para
con nosotros, ¡gracias a nuestro Jesucristo!

De aquí que, podemos confiar en nuestro Padre celestial y en la vida
santísima de nuestro Señor Jesucristo, la cual vivió sobrenaturalmente
en Israel, para bien de los antiguos y para bien de nuestras vidas
eternas también, hoy en día, en la tierra y así también para La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo. Ciertamente que éste es el amor
antiguo y eterno de nuestro Padre celestial manifestado por y para
Israel y para la humanidad entera también, y sólo por medio del
nacimiento virgen, por la vida gloriosa, muerte sacrificada y
resurrección celestial en el tercer día del Árbol de la vida, ¡nuestro
Salvador Jesucristo!, el que vive en ti infinitamente feliz.

Objetivamente, con el Señor Jesucristo viviendo en tu vida de cada
día, es el mismo SEÑOR viviendo cada hora del día de tu vida por la
tierra y así también será infinitamente en la nueva era venidera del
nuevo reino angelical, de La Nueva Jerusalén Santa y Gloriosa de
nuestro Padre celestial y de su Árbol de la vida, ¡su Jesucristo! Pues
éste es el reino angelical, el cual nuestro Padre celestial comenzó a
construir mucho antes que comenzara a formar en sus manos al primer
hombre de la humanidad entera, Adán, para entonces crearte a ti, como
hombre o mujer de toda su nueva creación infinita, en donde viviremos
felices con Él, llenos de su Espíritu de verdad, ¡el Consolador!

Puesto que, es éste Espíritu de verdad, el cual no solamente nos
guiara a toda verdad y justicia por la tierra sino también en el más
allá, como en el paraíso o como en la nueva vida infinita de La Nueva
Jerusalén Honrada del cielo, después de habernos levantado con su
poder resucitador a la presencia santa de nuestro Padre celestial.
Porque solo los que son llenos del Espíritu de verdad, al creer en sus
corazones y confesar con sus labios el nombre bendito de Jesucristo,
entonces podrán realmente “inscribir hoy sus nombres en el libro” de
la nueva vida angelical, para jamás volver a vivir las mentiras de
Satanás y de la serpiente antigua, como los antiguos la vivieron hasta
morir.

O sea, que, hoy, puedes perfectamente inscribir tu nombre en “el libro
de la vida eterna”, el cual también es conocido por los ángeles como
“el libro del Cordero de Dios”, en donde cada nombre del hombre, de la
mujer, del niño y de la niña que ha recibido a Jesucristo en su vida
es escrito para la eternidad. Entonces si deseas ser feliz delante de
Dios y de su Hijo amado, hoy, se pues entonces lleno del Espíritu de
verdad, el Consolador celestial, para que ya no vivas más tu vida de
pecado de siempre, como del espíritu de error y de sus muchas
profundas tinieblas del más allá, sino todo lo contrario.

Además, esto es para que ya no vivas más ciego con las mentiras de la
serpiente antigua ni de Satanás rondando tu corazón y tu mente para
mal, sino que seas siempre lleno del Espíritu de Dios, como fue desde
el comienzo en el paraíso, para que veas con tus ojos todo lo bueno de
Dios en todos los lugares. Y así ya no camines cada día de tu vida por
la tierra con las mismas mentiras de Satanás y de la serpiente
antigua, las cuales no solamente engañaron a Eva y así a Adán sino que
también, desafortunadamente, a muchos más en todas las familias de las
naciones, para que no coman del fruto de la vida, ¡a nuestro
Jesucristo!

Porque la verdad es que en el mundo donde hemos nacido y vivimos es un
mundo para las tinieblas, por culpa de Adán que creyó a las mentiras
de Eva, la cual había creído primeramente a la serpiente antigua de
parte de Satanás, para engañarte a ti y a los tuyos también, en toda
la tierra y para siempre. Dicho de otro modo, en la tierra en donde
estamos, realmente, habitan las mismas tinieblas de las primeras
mentiras de Satanás, para maldición y muerte de Adán, Eva y cada uno
de sus descendientes en toda la tierra, incluyendo también al Hijo de
Dios, quien murió por nuestros pecados sobre el monte santo en las
afueras de Jerusalén, en Israel.

Por lo tanto, con el Señor Jesucristo ya no estamos en las tinieblas
del mundo pecador de la tierra, en donde todos viven entre maldiciones
y muertes increíbles sin que se den cuenta de nada y sólo hasta que ya
es demasiado tarde, sino que “estamos viviendo en el mundo de la luz
de la nueva vida infinita del cielo”. Por esta razón, nuestro Señor
Jesucristo les decía a las multitudes de Israel, gentiles y hebreas,
yo no soy de este mundo, yo soy del mundo de arriba y este mundo es el
mundo de luz, el reino sempiterno de los ángeles fieles a mi Padre
celestial y a su nombre muy santo.

Ahora, si ustedes creen en mí, ya no serán de este mundo en donde han
nacido y vivido todos estos años, sino que son del nuevo mundo de
Dios, lleno de la luz de la vida eterna del Árbol de la vida, su Hijo
amado, ¡el Santo de Israel y único salvador posible para la humanidad
entera! Y es éste mundo de luz y no de tinieblas del nuevo reino de
los cielos, el cual nuestro Padre celestial nos ha enviado con su Hijo
amado, para que lo recibamos y seamos parte de él, desde ahora y para
siempre, con tan sólo creer en nuestros corazones y confesar con
nuestros labios su nombre salvador, ¡a su amado Jesucristo!

Porque todo aquel que cree y confiesa el nombre eterno del Señor
Jesucristo, entonces las cosas viejas mueren, e aquí todas son nuevas
y para mayor gloria que antes, para empezar a vivir, desde ya, la
nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa y Eterna del cielo. Y
sólo los que no creen en la gran obra sobrenatural de nuestro Padre
celestial sobre Israel, el cual es el Hijo de David, entonces no comen
ni beben de la roca eterna de vida y de salud para todo aquel que ama
a su Padre celestial que está en el cielo, para perdón y bendiciones
sin fin, hoy y siempre.

Por ese motivo, así como tú mismo, mi estimado hermano y hermana,
muchos no comen ni beben del Árbol de la vida de Dios cada día, para
que sus pecados les sean perdonados y sus vidas sean llenas de
bendiciones y de salud, como de los ángeles, por ejemplo, para servir
a Dios siempre en todas sus cosas sempiternas. Y nuestro Padre
celestial desea hoy parar éste mal terrible en tu vida, el cual te ha
estado haciendo daño por mucho tiempo con el fin de destruirte a ti y
a cada uno de los tuyos también, pero nuestro Padre celestial es
poderoso para salvarte de todos estos males eternos, únicamente
invocando el nombre salvador de su Jesucristo.

Tal como están las cosas, nuestro Señor Jesucristo es Señor en el
cielo y así también debajo de la tierra, en el infierno, porque le ha
placido a nuestro Padre celestial darle a Él los poderes y las llaves
del cielo y del infierno; mejor dicho, sólo Jesucristo es el salvador
del cielo, de la tierra y debajo de la tierra. Y como nuestro Señor
Jesucristo no hay otro igual jamás, que pueda hacer todas las cosas
que Él puede hacer por nosotros y para nosotros cada día y cada noche
de nuestras vidas por la tierra y en el más allá también, como en el
paraíso o como en La Nueva Jerusalén Santa y Perfecta del cielo, por
ejemplo.

Y si hoy mismo mueres por alguna razón o porque tus días se han
cumplido, y no estás lleno del Espíritu de verdad del nombre y de la
sangre resucitada en el tercer día de nuestro Señor Jesucristo,
entonces no volverás a ver la vida sino sólo la muerte en el bajo
mundo de los muertos del más allá, ¡el infierno! O sea, que morirás
porque estás aún viviendo en el mundo cruel de las tinieblas de las
primeras mentiras o de muchas más mentiras de Satanás, las cuales han
entrado en tu vida, ya porque naciste en la tierra o porque alguien te
las contó y las creíste, para mal de tu alma viviente, por ejemplo, en
la inmortalidad.

Pero si crees en tu corazón y confiesas con tus labios a Jesucristo
delante de nuestro Padre celestial y de su Espíritu Santo, entonces ya
no estarás en las tinieblas de Satanás, sino en el Espíritu de verdad
y de justicia eterna de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para
perdón, salvación y bendiciones eternas de tu nueva vida angelical. Y
así con el Señor Jesucristo viviendo ya en tu vida con los muchos
dones de su Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, entonces ya no
serás más vulnerable a las maldiciones, enfermedades terribles de
Satanás y de sus mentiras de siempre, sino que serás lleno de la luz
de la vida eterna del paraíso, ¡nuestro Señor Jesucristo!

O sea, que tu nuevo destino final en la tierra ya no será la muerte y
sus profundas tinieblas del más allá, sino la luz de las alturas
antiguas de la nueva vida infinita de La Nueva Jerusalén Santa y
Gloriosa de nuestro Padre celestial, de su Espíritu Santo y de su Hijo
amado, ¡nuestro Señor Jesucristo! Verdaderamente, con el Señor
Jesucristo en tu vida estarás por siempre lleno de milagros,
maravillas, prodigios sobrenaturales y así caminaras siempre protegido
por sus ángeles santos, porque el nombre de nuestro Señor Jesucristo
vive en tu corazón para siempre; tu vida será protegida cada día por
el amor eterno de nuestro Padre celestial hacia su Hijo Jesucristo,
sin la menor duda.

Es decir, también que con el Señor Jesucristo en tu vida, «tu nombre
está escrito en el libro de la vida» y, por ende, Satanás ya no tiene
ningún poder sobre tu vida con sus mentiras de siempre ni menos la
muerte ni su mundo infernal del más allá, sino que vivirás feliz para
la eternidad con Dios en tu corazón. Y esto debería llenar tu corazón
de mucho regocijo, de saber que el pecado ya no puede destruirte ni
menos el ángel de la muerte ni su infierno tormentoso del bajo mundo
de los muertos, sino que eres infinitamente limpio y libre de Satanás,
en esta vida y en la venidera también, para siempre.

El infierno fue creado inicialmente sólo para los que no aman a
Jesucristo, como el Hijo de Dios, como el Cordero Escogido, como el
sumo sacerdote, como el Hijo de David, como el único salvador posible
de tu vida y de cada vida humana de la humanidad entera, en todas las
naciones de la tierra. Realmente, éste es un lugar horrendo del bajo
mundo, en donde no sólo todo es fuego y tinieblas, en donde habitan
los pecadores y las pecadoras de la antigüedad, como de los que jamás
honraron en sus corazones al Señor Jesucristo ni menos a su Espíritu
Santo de Los Diez Mandamientos, por ejemplo, sino que ahí están tus
enemigos también.

Y estos mismo enemigos de tu vida y de Jesucristo seguirán atacando tu
vida como siempre lo hicieron en la tierra, pero con mayor fuerza que
antes, porque rehusaste creer en tu corazón y de confesar con tus
labios el único nombre salvador de tu alma y de todo tu cuerpo
viviente, ¡nuestro Señor Jesucristo! Mejor dicho, el infierno es un
lugar de tormento eterno para los ángeles caídos que no comieron del
fruto del Árbol de la vida, nuestro Señor Jesucristo, en el reino de
los cielos, cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo así, y así
también para el hombre rebelde por el mismo pecado de no creer en su
Creador, por amor a Jesucristo.

Porque todo aquel que rehúsa creer en su corazón y confesar a
Jesucristo con sus labios, entonces no solamente está rechazando toda
verdad y justicia de santidad y de glorias infinitas del reino de los
cielos, sino que también, desdichadamente, está rechazando al Padre
celestial y a su Espíritu Santo, y esto es algo muy malo para
cualquiera. O sea, que el que rechaza a Jesucristo en su corazón, no
solamente está rechazando el perdón de Dios y sus muchas y ricas
bendiciones sin fin de salud y de vida eterna, sino que también está
rechazando, sin saber lo que hace, a su Padre celestial, a su Espíritu
Santo y a sus ángeles gloriosos para mal eterno.

De veras, esto fue algo que Adán y Eva jamás debieron haber hecho en
sus vidas celestiales del paraíso, para no solamente no pecar en
contra de Dios y de su fruto del Árbol de la vida, Jesucristo, sino
que también para el bien eterno de cada uno de nosotros, en toda la
tierra, empezando con Israel, por ejemplo. Porque todo el mal que
siempre le sucedió a Israel, en verdad, ha sido porque han irritado al
Hijo de Dios, el Ángel del SEÑOR, por ejemplo, o porque lo han
rechazado sin saber lo que estaban haciendo en contra de sus vidas y
de los suyos también, para generaciones venideras, sin duda.

Propiamente, fue por esta razón que Israel no solamente fue expulsado
por sus mismos enemigos de siempre de las tierras prometidas de
Canaán, para vivir lejos de ellas, en otras tierras, en el mundo
entero, sino que también no pudieron volver a ella hasta que un
remanente de ellos creyera en su corazón y confesara con sus labios al
Hijo de Dios. Entonces los hebreos fueron expulsados de sus propias
tierras por culpa de sus pecados de no poder cumplir con el Espíritu
Santo de Los Diez Mandamientos de Dios, con tan sólo recibir en sus
corazones y de confesar con sus labios al dador del perdón, de la vida
y de la salud eterna, el Hijo de David, ¡el Cordero de Dios!

Es más, todo Israel fue expulsado de sus tierras para vivir lejos de
ellas, porque cometieron el mismo pecado que Adán y Eva cometieron en
el paraíso, cuando comieron del fruto prohibido del árbol de la
ciencia del bien y del mal, en vez de comer del fruto del Árbol de la
vida, ¡Jesucristo! También es verdad de que muchos de los que son
expulsados de sus propias tierras, en donde han nacido y han vivido
por muchos años para vivir lejos de ellas, como ocurre hoy en todo el
mundo, por ejemplo, realmente ha sido porque no han creído al dador de
sus nuevas vidas eternas en sus corazones, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Porque todos los que comen del fruto “del Pan del cielo” (el maná de
los ángeles), pues entonces no sólo sus pecados son perdonados sino
que vuelven a nacer no de las tinieblas de la tierra para ser ciegos,
sino de la luz de la vida santa del paraíso o de La Nueva Jerusalén
Colosal del cielo, para ver bien todo siempre. Porque desde el día que
Adán y Eva pecaron en contra del Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos, “el fruto de la vida”, pues entonces no solamente que
nadie ha podido cumplir sus preceptos y estatutos, como Moisés quien
lo recibió de las manos de Dios inicialmente, como el fruto para vida
y salud, sino que nadie tampoco en todo Israel.

Es decir, que nadie en Israel, desde la antigüedad y hasta nuestros
días, verdaderamente, ha cumplido con el Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos de la vida santa de nuestro Padre celestial y de sus
ángeles, nuestro Salvador Jesucristo, para no sólo volver al paraíso
sino también entrar a La Nueva Jerusalén angelical, salvo la vida
sobrenatural del Hijo de David. Por eso, hoy podemos confiar
profundamente en nuestros corazones en el Señor Jesucristo, porque
sólo Él ha podido cabalmente vivir la vida santa y sumamente gloriosa
del cielo en Israel, por lo tanto el Espíritu Santo de los Diez
Mandamientos le declara a Él delante de los hombres y de nuestro Padre
celestial que está en los cielos, como ¡Santo e intachable!

Por ello, su vida sobrenatural junto con su sangre santísima, la cual
resucito en el tercer día para no sólo volverle a dar vida a
Jesucristo sino también la misma vida a todo hombre, mujer, niño y
niña de la humanidad entera, con tan sólo creer en su corazón y
profesar con sus labios su nombre salvador delante de nuestro Hacedor.
Por eso, sólo nuestro Señor Jesucristo nació del vientre virgen de la
mujer, como la primer mujer nació del cuerpo virgen del primer hombre,
Adán, para así volvernos a dar vida y vida en abundancia, con una
sangre sumamente santa y gloriosa, llena de perdón, salud, milagros,
maravillas y bendiciones sin fin, en la tierra y para la eternidad.

Hoy vivimos en la vida que Satanás le entrego a Adán por creer en sus
mentiras, pero con el Señor Jesucristo volvemos a nacer a una vida
totalmente nueva y sumamente gloriosa porque hemos creído a su nombre
salvador, el cual es sinónimo de verdad y de justicia eternal, en la
tierra y en el corazón de nuestro Padre celestial. Por lo tanto, para
nuestro Padre celestial sólo nuestro Señor Jesucristo es nuestro
verdadero nacimiento, libre de Adán, libre de Eva y libre de Satanás
sobre todo, para poder volver a vivir nuestras vidas normales y
celestiales, por las cuales fuimos creados en las manos de Dios, para
vivir en su imagen y conforme a su semejanza celestial, para siempre.

Y es por razones de esta vida sumamente santa e intachable, declarada
abiertamente por el Espíritu Santo de Los Diez Mandamientos, por la
cual no solamente nuestros pecados son perdonados por su sangre
santísima y, a la vez, podemos vivir una vida llena de paz y de
bendiciones sin fin, sino que también podemos regresar, desde ya, al
cielo. Fue por esta razón que nuestro Señor Jesucristo les declara a
sus apóstoles y discípulos abiertamente en Israel, cuando les dijo, yo
soy la puerta del cielo, el que cree en mí podrá entrar a la nueva
vida eterna, para jamás volver a sufrir los males terribles de las
mentiras crueles de Satanás y de sus seguidores malvados.

Tu vida por más larga que sea ya se acaba como la noche en el día, y
el día eterno de nuestro Padre celestial resplandecerá en la luz de su
Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para seguirles dando vida y
bendiciones sin fin a los que le aman a Él, en el espíritu y en la
verdad de su Espíritu Santo. Vuelve al Señor Jesucristo con el amor
que aún queda en tu corazón, y nuestro Padre celestial hará por ti
grandes cosas con ese amor puesto en su lugar santo y eterno en la
vida de su Jesucristo, para que vuelvas a creer y a ser mucho más
fuerte que antes en Él, desde hoy y para siempre en la eternidad.

Así te vestirás de la vestidura de inmortalidad de nuestro Salvador
Jesucristo para jamás volver a conocer las maldiciones de las mentiras
de Satanás y de sus malvados de siempre, sino que sólo conocerás la
luz y su verdad, llena de justicia y de santidad para ti y para cada
uno de los tuyos también, en todos los lugares de la tierra. Con
Jesucristo en tu corazón, entonces tu cuerpo y toda tu alma serán
vestidos con las armaduras de nuestro Padre celestial, las cuales te
protegerán cada día de tu vida por la tierra y así también en el más
allá infinitamente, para que ningún mal de Satanás y de sus seguidores
vuelva a hacerte ningún mal en la inmortalidad angelical.

Por eso, nuestro Señor Jesucristo es muy importante en tu vida y, por
tanto, debería ser parte de cada día de tu vida por la tierra, así
como siempre lo será parte de tu vida en cada día de tu nueva vida
infinita del paraíso o de La Nueva Jerusalén colosal del cielo. Con
Jesucristo en tu vida serás siempre fuerte en toda tu vida y hasta aún
en tus días más débiles, por culpa de algún pecado o maldad de Satanás
o de alguno de sus seguidores malvados, por ejemplo; con Jesucristo en
tu vida siempre serás victorioso en contra de Satanás y sus obras
malvadas, por más escondidas que estén de ti.

Con el Señor Jesucristo en tu vida tú no pierdes nada jamás, sino que
lo ganas todo y mucho más aún también siempre en todas tus cosas que
emprendas en tu vida y en la vida de los tuyos en todos los lugares de
la tierra, porque nuestro Padre celestial estará contigo en cada día.
Por ello, andemos en la luz del tercer día de la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo, en el cual jamás se apagara su luz porque no
hay tinieblas en él: por cierto, éste es el día eterno, el cual
nuestro Señor Jesucristo descendió del paraíso para alcanzarlo para
ti, para que hoy sea parte de tu vida y para la eternidad también.

Y si, hoy mismo, comienzas a vivir en este amanecer eternal del tercer
día de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, entonces tu vida
ni la de los tuyos jamás terminara, en esta vida ni en la venidera
tampoco para siempre, para seguir viviendo ya no la vida pecadora de
Adán y Eva, sino la de nuestro Padre celestial. Porque en el principio
fuiste creado en las manos santas de nuestro Padre celestial y de su
Espíritu Santo, para vivir la vida eterna del Árbol de la vida,
nuestro Señor Jesucristo, y ésta es la vida que le agrada muchísimo a
nuestro Padre celestial en el paraíso, en la tierra y en La Nueva
Jerusalén Santa y Gloriosa del cielo. Para nuestro Padre celestial
otra vida como ésta ya no hay para ti ni para los ángeles del cielo,
sino sólo la que su Jesucristo intento dársela a Adán y a Eva en el
paraíso, por inicio, y, hoy mismo, también te la entrega a ti, pero
con mayor poder y gloria que antes, para que sea feliz en la
eternidad.

En este nuevo día sin fin de nuestro Señor Jesucristo, todos podemos
andar sin glotonerías y borracheras, sin deseos carnales y envidias o
codicias desordenadas de las cosas del mundo de las tinieblas de Adán
y Eva, en el que hemos nacido, por ejemplo, sino que andaremos gozos y
felices en nuestras nuevas vidas encontradas del cielo. Efectivamente,
en éste día glorioso y sin fin, porque no hay tiniebla de ninguna
clase en él, ni menos se terminara o se apagara su luz por la noche,
sino que seguirá infinitamente lleno de la luz del rostro del SEÑOR
que la alumbrara constantemente para todos nosotros, pues, tu luz
brillara en él también desde ya y para la eternidad.

Tu vestidura, la cual es la del Señor Jesucristo, porque él mismo te
la entregara a ti, toda gloriosa y llena de santidad celestial,
purificada grandemente con su sangre santísima, para que no andes
desnudo jamás en el cielo ni menos en la presencia de Dios, como con
Adán y Eva cuando pecaron, sino para que brilles, como Jesucristo
brilla divinamente. En la tierra, hoy en día, todo es tinieblas por
doquier, por culpa de Adán, pero en el cielo como en el paraíso o como
en La Nueva Jerusalén Grandiosa todo es luz, luz celestial de la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo, la cual es tu resurrección
personal también, la que alumbra grandemente todo aún más allá de los
horizontes celestiales.

Por supuesto que todo es luz en la nueva ciudad celeste de nuestro
Padre celestial y de sus huestes angelicales y de su humanidad
infinita, porque tu corazón y toda tu alma también están llenos de “la
luz de la felicidad” de haber creído en tu corazón y confesado con tus
labios el nombre eterno del Hijo de David, ¡nuestro Señor Jesucristo!
En verdad, desde ya, eres lleno de nuestro Señor Jesucristo, porque su
luz de haber creído en su palabra y en su nombre santo en tu corazón
te llena de luz y felicidad, para que le confieses siempre por toda la
tierra, en el paraíso y así también en La Nueva Jerusalén Grandiosa
del cielo su nombre eterno y muy santo.

Además, éste nombre bendito de nuestro Señor Jesucristo en tu corazón
y en toda tu vida, hoy en día, es, en sí, para alegría y para gozo
eterno de nuestro Padre celestial y de sus huestes angelicales de su
nuevo reino celestial. Alégrate, pues, grandemente en el SEÑOR del
cielo, porque estás infinitamente lleno del Espíritu de su Hijo amado,
el Espíritu de verdad y de santidad eterna, el cual cumplió el
Espíritu bendito de Los Diez Mandamientos, para que ya no seas más
maldecido por tus tinieblas sino bendecido cada día por tu luz
celestial e infinita, ¡nuestro Señor Jesucristo!

Y si hoy mismo estás lleno del Espíritu de nuestro Señor Jesucristo,
el cual no sólo cumplió cabalmente con el Espíritu Santo de Los Diez
Mandamientos, sino que también le puso fin al pecado y al ángel de la
muerte para que vuelvas a recibir tu vida normal, en la cual fuiste
creado en las manos de Dios. Y si Jesucristo vive en ti, entonces los
problemas y enfermedades se han ido de ti juntos con su ángel de la
muerte para no volverte a hacer ningún mal para siempre y, por tanto,
sólo el bienestar de la verdad y de la justicia celestial, llena de
vida y de salud de Dios vivirá en ti enormemente.

Se feliz, pues, Dios te ama como siempre amo a su Hijo Jesucristo,
porque estás lleno de su Espíritu Santo y de sus bendiciones sin fin
en todo tu ser, desde hoy mismo y para siempre en la nueva eternidad
celestial. La paz, la alegría, el poder y la vida eterna de todas las
nuevas cosas celestiales de nuestro Padre celestial y de su Espíritu
Santo junto con sus ángeles viven en ti y en los tuyos también, sean
familiares o amistades, ¡gracias al amor de su Jesucristo por lo que
ha hecho por ti sin cesar, desde la antigüedad y hasta hoy! ¡Llénate
de Jesucristo, y vive la vida eterna desde ahora! ¡Amén!

El amor (Espíritu Santo) de nuestro Padre celestial y de su Jesucristo
es contigo.


¡Cultura y paz para todos, hoy y siempre!


Dígale al Señor, nuestro Padre celestial, de todo corazón, en el
nombre del Señor Jesucristo: Nuestras almas te aman, Señor. Nuestras
almas te adoran, Padre nuestro. Nuestras almas te rinden gloria y
honra a tu nombre y obra santa y sobrenatural, en la tierra y en el
cielo, también, para siempre, Padre celestial, en el nombre de tu Hijo
amado, nuestro Señor Jesucristo.

LAS MALDICIONES BIBLICAS, para los que obran maldad día y noche,
(Deuteronomio 27: 15-26):

“‘¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o una imagen de
fundición, obra de mano de tallador (lo cual es transgresión a la Ley
perfecta de nuestro Padre celestial), y la tenga en un lugar secreto!’
Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que le reste importancia a su padre o a su madre!’ Y
todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que cambie de lugar los limites de propiedad de su
prójimo!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que desvié al ciego de su camino!’ Y todo el pueblo
dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que falsee el derecho del extranjero, del huérfano y de
la viuda!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre, porque
descubre la desnudes de su padre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que tenga contacto sexual con cualquier animal!’ Y todo
el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su padre o hija
de su madre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que se acueste con su suegra!’ Y todo el pueblo dirá:
‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que a escondidas y a traición hiera de muerte a su
semejante, sin causa alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente, sin causa
alguna!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

“‘¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por
obra en su diario vivir en la tierra!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’

LOS ÍDOLOS SON UNA OFENSA / AFRENTA A LA LEY PERFECTA DE DIOS

Es por eso que los ídolos han sido desde siempre: un tropiezo a la
verdad y al poder de Dios en tu vida. Un tropiezo eterno, para que la
omnipotencia de Dios no obre en tu vida, de acuerdo a la voluntad
perfecta del Padre celestial y de su Espíritu Eterno. Pero todo esto
tiene un fin en tu vida, en ésta misma hora crucial de tu vida. Has de
pensar quizá que el fin de todos los males de los ídolos termine,
cuando llegues al fin de tus días. Pero esto no es verdad. Los ídolos
con sus espíritus inmundos te seguirán atormentando día y noche entre
las llamas ardientes del fuego del infierno, por haber desobedecido a
la Ley viviente de Dios. En verdad, el fin de todos estos males está
aquí contigo, en el día de hoy. Y éste es el Señor Jesucristo. Cree en
Él, en espíritu y en verdad. Usando siempre tu fe en Él, escaparas los
males, enfermedades y los tormentos eternos de la presencia terrible
de los ídolos y de sus huestes de espíritus infernales en tu vida y en
la vida de cada uno de los tuyos también, para la eternidad del nuevo
reino de Dios. Porque en el reino de Dios su Ley santa es de día en
día honrada y exaltada en gran manera, por todas las huestes de sus
ángeles santos. Y tú con los tuyos, mi estimado hermano, mi estimada
hermana, has sido creado para honrar y exaltar cada letra, cada
palabra, cada oración, cada tilde, cada categoría de bendición
terrenal y celestial, cada honor, cada dignidad, cada señorío, cada
majestad, cada poder, cada decoro, y cada vida humana y celestial con
todas de sus muchas y ricas bendiciones de la tierra, del día de hoy y
de la tierra santa del más allá, también, en el reino de Dios y de su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!, ¡El Todopoderoso de Israel y de las
naciones!

SÓLO ESTA LEY (SIN ROMPERLA) ES LA LEY VIVIENTE DE DIOS

Esta es la única ley santa de Dios y del Señor Jesucristo en tu
corazón, para bendecirte, para darte vida y vida en abundancia, en la
tierra y en el cielo para siempre. Y te ha venido diciendo así, desde
los días de la antigüedad, desde los lugares muy altos y santos del
reino de los cielos:

PRIMER MANDAMIENTO: “No tendrás otros dioses delante de mí”.

SEGUNO MANDAMIENTO: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás
culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la
maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la
cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia
por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

TERCER MANDAMIENTO: “No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios,
porque Él no dará por inocente al que tome su nombre en vano”.

CUARTO MANDAMIENTO: “Acuérdate del día del sábado para santificarlo.
Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será
sábado para Jehová tu Dios. No harás en ese día obra alguna, ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el
forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehová
hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y
reposó en el séptimo día. Por eso Jehová bendijo el día del sábado y
lo santificó”.

QUINTO MANDAMIENTO: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días
se prolonguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.

SEXTO MANDAMIENTO: “No cometerás homicidio”.

SEPTIMO MANDAMIENTO: “No cometerás adulterio”.

OCTAVO MANDAMIENTO: “No robarás”.

NOVENO MANDAMIENTO: “No darás falso testimonio en contra de tu
prójimo”.

DECIMO MANDAMIENTO: “No codiciarás la casa de tu prójimo; no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su
buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo”.

Entrégale tu atención al Espíritu de Dios y déshazte de todos estos
males en tu hogar, en tu vida y en la vida de cada uno de los tuyos,
también. Hazlo así y sin mas demora alguna, por amor a la Ley santa de
Dios, en la vida de cada uno de los tuyos. Porque ciertamente ellos
desean ser libres de sus ídolos y de sus imágenes de talla, aunque tú
no lo veas así, en ésta hora crucial para tu vida y la vida de los
tuyos, también. Y tú tienes el poder, para ayudarlos a ser libres de
todos estos males, de los cuales han llegado a ellos, desde los días
de la antigüedad, para seguir destruyendo sus vidas, en el día de hoy.
Y Dios no desea continuar viendo estos males en sus vidas, sino que
sólo Él desea ver vida y vida en abundancia, en cada nación y en cada
una de sus muchas familias, por toda la tierra.

Esto es muy importante: Oremos junto, en el nombre del Señor
Jesucristo. Vamos todos a orar juntos, por unos momentos. Y digamos
juntos la siguiente oración de Jesucristo delante de la presencia
santa del Padre celestial, nuestro Dios y salvador de todas nuestras
almas:

ORACIÓN DEL PERDÓN

Padre nuestro que estás en los cielos: santificada sea la memoria de
tu nombre que mora dentro de Jesucristo, tu hijo amado. Venga tu
reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén.

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial
también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Por lo tanto, el Señor Jesús dijo, "Yo soy el CAMINO, y la VERDAD, y
la VIDA ETERNA; nadie PUEDE VENIR al PADRE SANTO, sino es POR M͔.
Juan 14:

NADIE MÁS TE PUEDE SALVAR.

¡CONFÍA EN JESÚS HOY!

MAÑANA QUIZAS SEA DEMASIADO TARDE.

YA MAÑANA ES DEMASIADO TARDE PARA MUCHOS, QUE NO LO SEA PARA TI Y LOS
TUYOS, EN EL DÍA DE HOY.

- Reconoce que eres PECADOR en necesidad, de ser SALVO de éste MUNDO y
su MUERTE.

Dispónte a dejar el pecado (arrepiéntete):

Cree que Jesucristo murió por ti, fue sepultado y resucito al tercer
día por el Poder Sagrado del Espíritu Santo y deja que entré en tu
vida y sea tu ÚNICO SALVADOR Y SEÑOR EN TU VIDA.

QUIZÁS TE PREGUNTES HOY: ¿QUE ORAR? O ¿CÓMO ORAR? O ¿QUÉ DECIRLE AL
SEÑOR SANTO EN ORACIÓN? -HAS LO SIGUIENTE, y di: Dios mío, soy un
pecador y necesito tu perdón. Creo que Jesucristo ha derramado su
SANGRE PRECIOSA y ha muerto por mi pecado. Estoy dispuesto a dejar mi
pecado. Invito a Cristo a venir a mi corazón y a mi vida, como mi
SALVADOR.

¿Aceptaste a Jesús, como tu Salvador? ¿Sí _____? O ¿No _____?

¿Fecha? ¿Sí ____? O ¿No _____?

Sí tu respuesta fue Sí, entonces esto es solo el principio de una
nueva maravillosa vida en Cristo. Ahora:

Lee la Biblia cada día para conocer mejor a Cristo. Habla con Dios,
orando todos los días en el nombre de JESÚS. Bautízate en AGUA y en El
ESPÍRITU SANTO DE DIOS, adora, reúnete y sirve con otros cristianos en
un Templo donde Cristo es predicado y la Biblia es la suprema
autoridad. Habla de Cristo a los demás.

Recibe ayuda para crecer como un nuevo cristiano. Lee libros
cristianos que los hermanos Pentecostés o pastores del evangelio de
Jesús te recomienden leer y te ayuden a entender más de Jesús y de su
palabra sagrada, la Biblia. Libros cristianos están disponibles en
gran cantidad en diferentes temas, en tu librería cristiana inmediata
a tu barrio, entonces visita a las librerías cristianas con
frecuencia, para ver que clase de libros están a tu disposición, para
que te ayuden a estudiar y entender las verdades de Dios.

Te doy las gracias por leer mí libro que he escrito para ti, para que
te goces en la verdad del Padre celestial y de su Hijo amado y así
comiences a crecer en Él, desde el día de hoy y para siempre.

El salmo 122, en la Santa Biblia, nos llama a pedir por la paz de
Jerusalén día a día y sin cesar, en nuestras oraciones. Porque ésta es
la tierra, desde donde Dios lanzo hacia todos los continentes de la
tierra: todas nuestras bendiciones y salvación eterna de nuestras
almas vivientes. Y nos dice Dios mismo, en su Espíritu Eterno: “Vivan
tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y
tranquilidad en tus palacios, Jerusalén”. Por causa de mis hermanos y
de mis amigos, diré yo: “Haya paz en ti, siempre Jerusalén”. Por causa
de la casa de Jehová nuestro Dios, en el cielo y en la tierra:
imploraré por tu bien, por siempre.

El libro de los salmos 150, en la Santa Biblia, declara el Espíritu de
Dios a toda la humanidad, diciéndole y asegurándole: - Qué todo lo que
respira, alabe el nombre de Jehová de los Ejércitos, ¡el Todopoderoso!
Y esto es, de toda letra, de toda palabra, de todo instrumento y de
todo corazón, con su voz tiene que rendirle el hombre: gloria y loor
al nombre santo de Dios, en la tierra y en las alturas, como antes y
como siempre, para la eternidad.


http://www.supercadenacristiana.com/listen/player-wm.asp?playertype=wm%20%20///


http://www.unored.com/streams/radiovisioncristiana.asx


http://radioalerta.com

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